jueves, 28 de octubre de 2010

Verdulería

Recuerdo el caso del vendedor de frutos secos, que tenía un local San Diego, casi llegando a Condor. Además de frutos secos vendía quesos y parece que le iba bastante bien, gracias a lo que podría calificarse como “simpatía sin igual”. Lo vi jactarse de sus aventuras sexuales. Yo por esa época, luego de finiquitar una larga relación, andaba como alma en pena. Por supuesto, su fanfarronería me afectaba. Con el tiempo lo vi decaer. No porque yo lo pidiera, evidentemente. El tipo era muy buen chato y cuando le compraba queso, siempre atendía con un chiste y, además, era muy generoso. Te echaba una yapa o te regalaba una bolsa de aceitunas, cosas así.

Vendía comida para gatos, además. Recuerdo muchos gatos, no sé si todos de él, comiendo de sus enormes sacos. Se notaba feliz de sus gatos, comentaba cosas como “esa de ahí anda preñá del colorin” o “ese no, pura pelea, por eso tiene el ojo malo”, etc.

Insisto con la decadencia, porque la decadencia del sujeto pareció tener un origen sexual, específicamente venéreo. La ultima vez que entré a su local estaba detrás del mostrador, apagado, gris y pareció no reconocerme. La cara la tenía llena de enormes granos. Estaba más flaco. Después lo vi saliendo de un café con piernas. Y de un día para otro, desapareció del sector. Es muy posible que esté muerto. Ahora su local es ocupado por una verdulería, con otros dueños. La foto que adjunto, de todas maneras tiene un gato en primer plano.

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